Por Bruno Cortés
La noticia cayó como balde de agua fría en el Congreso y en los pasillos de la política chilanga. Ximena Guzmán y José Muñoz, dos personas cercanas a Clara Brugada, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, fueron asesinadas en lo que a todas luces no parece ser un crimen común. Para muchos, incluido el diputado Reginaldo Sandoval Flores, coordinador del Grupo Parlamentario del PT (Partido del Trabajo), esto fue un ataque planeado, con dedicatoria y perfectamente calculado.
Sandoval no se anda con rodeos: esto huele a mensaje. En sus palabras, se trata de una reacción por parte de quienes están sintiendo el apretón de las autoridades en la lucha contra el crimen organizado. Y no lo dice al aire: habla de decomisos fuertes de droga, detenciones importantes y una estrategia basada en inteligencia que ha pegado donde duele. Por eso, sostiene, este doble asesinato podría ser una especie de advertencia o respuesta violenta para frenar el avance del Estado.
El legislador es claro: urge una investigación rápida, eficiente y sin titubeos. Porque si la autoridad se tarda, el mensaje que se manda a la ciudadanía es peligroso: que la delincuencia tiene la capacidad no solo de matar, sino de escoger el momento político exacto para hacerlo. Y es que no pasó en cualquier día. Coincidió con la mañanera del presidente, con la entrega de cartas credenciales del embajador de Estados Unidos, y en medio de una agenda caliente rumbo al cierre del sexenio.
No es casualidad, dice Sandoval. No fue un asalto que se salió de control, ni una bala perdida. Fue un ataque dirigido. Y ahí está el problema: cuando el crimen organizado actúa con este nivel de precisión, el mensaje no solo va hacia quienes están en el poder, sino también a la sociedad en general. Es un “podemos hacer lo que queramos” con todas sus letras.
Pero el diputado también hace un llamado a no caer en la especulación: hay que dejar que las investigaciones hablen. Porque si bien es legítima la preocupación —y hasta el miedo—, también es importante actuar con cabeza fría. En política, sobre todo cuando la violencia se mezcla con el calendario electoral y la lucha por el poder, los tiempos y las interpretaciones lo son todo.
Este episodio nos recuerda que, aunque se hable de avances en seguridad, mientras haya quienes se sientan acorralados por la acción del Estado, responderán con lo que conocen mejor: la violencia. Y el reto para el gobierno, tanto local como federal, es demostrar que aún tiene la capacidad —y la voluntad— de hacer valer el Estado de derecho.
Porque si no, lo que queda es el miedo. Y con miedo, no se construye ni ciudad ni país.
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