Por Bruno Cortés
Para Rubén Moreira, coordinador de los diputados del PRI, no hay vuelta que darle: México tiene que ponerse serio en la defensa de sus migrantes, pero no con discursos ni con banderas, sino con leyes, presupuesto, abogados y diplomacia de verdad. En un país donde más de 12 millones de connacionales viven en Estados Unidos, el exgobernador de Coahuila advierte que no se puede seguir improvisando ni provocando tensiones innecesarias con Washington, porque quienes acaban pagando los platos rotos no son los políticos, sino los migrantes de a pie.
Desde el Senado, en el marco de la Comisión Permanente, Moreira soltó varios dardos. Criticó directamente la actitud del gobierno federal frente a las recientes tensiones con Estados Unidos, después de que la secretaria de Seguridad Interior norteamericana acusó a la presidenta de México de “incitar” protestas en Los Ángeles. Para él, hay que cuidar las formas y las palabras, porque aunque parezcan detalles, pueden generar choques diplomáticos que terminan afectando directamente a quienes cruzaron la frontera en busca de una vida mejor.
Y aquí no se quedó en la anécdota. Fue más allá y aseguró que la diplomacia mexicana “es de quinta”. Dijo que el canciller, la secretaria de Gobernación y el secretario de Economía no tienen las puertas abiertas en Washington, y que mientras tanto, el canciller Ebrard se la pasa “encerrado en la embajada, porque nadie lo recibe”. La crítica no es menor, sobre todo viniendo de un actor político que sabe cómo se negocian las relaciones bilaterales desde el poder.
Eso sí, reconoció que hay un rayito de esperanza con la visita del subsecretario de Estado Christopher Landau, de quien habló con respeto y esperanza, aunque también aclaró que no se trata de un gesto mayor, pues no es un secretario de Estado quien viene a tender puentes. Según Moreira, esto muestra que la relación está fría, y urge calentarla con estrategia y resultados, no con confrontaciones.
En otro tema, el priista también se refirió a la polémica sobre las extradiciones que pide Estados Unidos de políticos mexicanos ligados al crimen organizado. Ahí fue tajante: “Que se investigue, caiga quien caiga, sin importar partido”. Un mensaje fuerte en un país donde la justicia suele ser selectiva.
Ya metido en la agenda nacional, Moreira pidió al gobierno que no atropelle las reformas en seguridad y telecomunicaciones, porque “no se pueden discutir al vapor”. Dijo que hay compromisos pendientes de cumplir con el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, y con la secretaria de Gobernación, que consisten en realizar mesas de trabajo en el Congreso. Alertó, además, que las propuestas en materia de Guardia Nacional llevan al país “al límite de la militarización”, una preocupación que ya ha sido señalada por diversas voces, incluso desde organismos internacionales.
En un tono más simbólico, el diputado también defendió el uso de la toga por parte de los ministros de la Suprema Corte. Para algunos puede parecer una cosa menor, pero Moreira explicó que su diseño tiene un significado profundo: representa el peso de la ley, la imparcialidad y la responsabilidad. Por eso, le pidió al ministro electo Hugo Aguilar que no trivialice esa tradición.
Y no dejó pasar la polémica sobre la elección de jueces, especialmente tras las observaciones de la OEA, que criticó el proceso por no cumplir con estándares democráticos. Para Moreira, hay personas que participaron de buena fe y que merecen impugnar, y acusó que hay quienes en el poder están actuando como en “las dictaduras”, intentando desconocer y descalificar a las misiones de observación internacionales.
Finalmente, habló del posible periodo extraordinario del Congreso, que se realizaría del 23 al 30 de junio, aunque reconoció que todavía no hay claridad sobre qué leyes se discutirán. Dijo que hay al menos 30 pendientes, que difícilmente se sacarán en 5 o 6 días. Y volvió a recalcar que si se insiste en llevar a cabo estas reformas sin diálogo, sólo se profundizarán los errores.
Con todo esto, Rubén Moreira pinta un panorama complicado: relaciones exteriores tensas, una política migratoria sin dientes, reformas aceleradas y una creciente militarización del país. En su visión, no se trata de gritar más fuerte, sino de hacer las cosas bien: con ley, con seriedad y con voluntad política. Porque mientras se juega a la narrativa en el poder, allá afuera hay millones de mexicanos que solo quieren vivir sin miedo y trabajar con dignidad.
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