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Maestros sí, violencia no: el Congreso pide diálogo a la CNTE tras toma del SNT

Por Bruno Cortés

 

En medio de los jaloneos que se viven entre distintas organizaciones magisteriales, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna, alzó la voz —pero no para regañar ni tomar partido, sino para pedir calma y diálogo. Lo hizo luego de la toma de las instalaciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que generó más ruido que acuerdos.

En su mensaje, difundido por redes sociales, Gutiérrez Luna fue claro: entiende las luchas sociales y reconoce el papel histórico de los sindicatos en la defensa de los derechos laborales, pero puso un límite —la violencia no es el camino. Y menos cuando lo que está en juego es la estabilidad de uno de los sectores más sensibles del país: la educación.

El mensaje no solo fue dirigido a quienes participaron en la irrupción del SNTE, sino a todos los actores del conflicto, incluidos los de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), a quienes les pidió mantener el respeto y evitar actitudes que puedan dañar el prestigio de las y los maestros. En palabras más llanas: que no se desvíen del objetivo legítimo —mejores condiciones laborales y sociales— por caer en actos que, al final, acaban desprestigiando la lucha.

Y es que hay algo que no se puede ignorar: mientras más se tensan las cosas entre grupos magisteriales, más se resiente el sistema educativo y quienes más lo padecen son las niñas, niños y adolescentes que deberían estar en clase, no en medio de paros, plantones o escuelas cerradas. Por eso el llamado al diálogo tiene doble filo: sí es político, pero también profundamente social.

Gutiérrez Luna también aprovechó para respaldar la postura de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien ha dicho que su gobierno mantiene abierta la mesa de diálogo con los maestros y ha reiterado que buscará soluciones sin cerrazón, apostando por un modelo que escuche, pero que también ordene.

En el fondo, este episodio deja ver lo compleja que es la política educativa en México. Por un lado, hay legítimas exigencias del magisterio —salarios justos, condiciones dignas, plazas regulares—, pero por otro lado, hay grupos que buscan meter presión sin medir las consecuencias. Lo que pide el Congreso, a través de su presidente, es simple pero profundo: hablemos antes de gritar, y construyamos antes de dividir.

Porque al final del día, mejorar la educación no solo es asunto de presupuestos o reformas, sino también de voluntad y respeto entre quienes dicen luchar por el bien común. Y en ese camino, los maestros siguen siendo pieza clave. Solo falta que todas las partes estén dispuestas a escucharse, sin tomar por asalto los espacios de diálogo que, por difíciles que sean, siguen siendo nuestra mejor herramienta.

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