Por Juan Pablo Ojeda
La política muchas veces se siente lejana, llena de tecnicismos y declaraciones que parecen solo para los noticieros. Pero cuando se trata de defender a los nuestros —los migrantes que viven en carne propia la incertidumbre, el miedo y la separación de sus familias—, las palabras desde el Congreso cobran un peso diferente. Esta semana, el diputado Pedro Vázquez González, del Partido del Trabajo y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, dejó claro que México no se va a quedar callado ante las redadas del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) en Los Ángeles.
Con un tono directo, Vázquez dijo que la presidenta Claudia Sheinbaum ha sido firme en su postura: nada de represión, nada de violencia, y sí al respeto a los derechos humanos de los mexicanos que viven y trabajan en Estados Unidos. “Son gente de trabajo, son gente honesta”, recalcó el diputado. Y aunque esa frase puede sonar sencilla, es todo un posicionamiento político en un tema espinoso que involucra a dos países con una historia compleja.
Porque lo que está pasando no es menor. Las redadas del ICE no sólo detienen a personas sin papeles, sino que deshacen familias, separan hijos de padres y mandan a miles al exilio forzado, después de años o incluso décadas de haber hecho su vida allá. Es, como lo dijo el propio legislador, un atropello a la dignidad humana.
Vázquez González insistió en que no sólo la presidenta Sheinbaum está alzando la voz, sino también el Congreso mexicano, que desde sus comisiones y foros ha expresado su rechazo a estas políticas migratorias que recuerdan lo peor de los años de Donald Trump. Porque sí, aunque el expresidente ya no está en la Casa Blanca, su herencia antimigrante sigue viva en muchas agencias y discursos oficiales.
En su mensaje a medios, el diputado también habló de algo que pocas veces se dice en voz alta: que ya es hora de que en Estados Unidos se discuta una reforma migratoria seria. Una que reconozca que los migrantes no son una amenaza, sino una parte vital de la economía, de las ciudades, de la cultura estadounidense. Y por eso mismo, propuso que se mantenga el diálogo entre legisladores de ambos países. Las pláticas que ya han tenido algunos senadores mexicanos en Washington, especialmente sobre el tema de las remesas, son un buen punto de partida.
Aquí no se trata de protagonismos ni de discursos vacíos. Lo que está en juego son vidas, familias, derechos. Y aunque el Congreso mexicano no puede cambiar leyes en otro país, sí puede —y debe— levantar la voz con fuerza cuando esas leyes lastiman a los suyos. Porque como dijo el diputado Vázquez: no hay mejor defensa que la que encabeza quien representa al país. Y si esa defensa empieza por reconocer que los migrantes son personas, no cifras, ya es un gran paso.
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