Por Juan Pablo Ojeda
La capital mexicana se encuentra nuevamente en el ojo del huracán vial, con marchas y bloqueos que han convertido el desplazamiento en una odisea para millones de capitalinos. Este miércoles, la combinación de manifestaciones sociales, obras viales y la densidad habitual del tráfico ha generado un colapso en arterias clave, dejando a la Ciudad de México al borde de la parálisis urbana.
Protestas que Estrangulan la Movilidad
La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) encabeza una de las principales movilizaciones del día, con una marcha que partió desde la Calzada San Antonio Abad hacia el Zócalo, exigiendo mejoras salariales y educativas. Este movimiento provocó un enfrentamiento menor cuando un automovilista intentó atravesar el contingente, resultando en un bloqueo total que paralizó la circulación por más de tres horas. Por otro lado, un grupo de activistas ambientales bloqueó Paseo de la Reforma a la altura del Ángel de la Independencia, demandando acciones concretas contra el cambio climático, lo que agravó el caos en esta icónica avenida.
Según el Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5), al menos nueve concentraciones se registraron hoy, afectando puntos neurálgicos como Eje 1 Poniente, Avenida Insurgentes y la Autopista Sur. El impacto en el transporte público ha sido severo: 16 estaciones de TransMiZonal cerraron temporalmente, y más de 200 rutas de autobuses y colectivos fueron desviadas, afectando a aproximadamente 600,000 usuarios, según estimaciones de la Secretaría de Movilidad (Semovi).
Un Día Típico, un Problema Crónico
El tráfico en la CDMX es un problema estructural que se ve exacerbado por eventos como los de hoy. Con más de 5.5 millones de vehículos registrados en la Zona Metropolitana del Valle de México y una red vial diseñada para un volumen menor, los embotellamientos son una constante. Las obras en curso, como la ampliación de la Línea 5 del Metrobús y la rehabilitación de avenidas como Viaducto, añaden presión a un sistema ya saturado.
La calidad del aire también sufre las consecuencias. Los embotellamientos prolongados incrementan las emisiones de CO2, agravando la contaminación en una ciudad que ya enfrenta alertas ambientales frecuentes. Organizaciones como Greenpeace han señalado que el transporte vehicular es responsable del 40% de las emisiones contaminantes en la capital, un problema que las autoridades locales aún no logran mitigar.
Respuesta de las Autoridades y Frustración Ciudadana
La Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) ha desplegado operativos para agilizar el tráfico en las zonas afectadas, mientras que el C5 recomienda usar rutas alternas como Avenida Chapultepec, Eje Central o Circuito Interior. Sin embargo, estas alternativas también reportan saturación, y los tiempos de traslado se han duplicado para muchos conductores y usuarios del transporte público.
En redes sociales, la frustración es palpable. Usuarios reportan demoras de hasta dos horas para recorrer distancias cortas, mientras que trabajadores como taxistas y repartidores ven mermados sus ingresos. “Es insostenible, cada marcha es un día perdido”, comentó Juan Pérez, conductor de una plataforma de transporte. Por su parte, las autoridades capitalinas, encabezadas por la jefa de Gobierno, han defendido el derecho a la manifestación, pero enfrentan críticas por la falta de estrategias efectivas para minimizar el impacto en la movilidad.
Hacia un Equilibrio Imposible
La Ciudad de México vive una contradicción constante: el derecho a la protesta choca con la necesidad de mantener una urbe funcional. Mientras las demandas de los manifestantes reflejan problemas sociales y ambientales urgentes, el costo en tiempo, economía y calidad de vida para los capitalinos es innegable. Este 28 de mayo, la CDMX enfrenta un nuevo episodio de su eterna lucha por la movilidad, dejando una pregunta en el aire: ¿cómo conciliar la libertad de expresión con el derecho a transitar en una de las ciudades más pobladas del mundo?
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