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Cerocahui, el rincón escondido de Chihuahua donde el vino, las cascadas y la historia se encuentran

Enclavado en la majestuosa Sierra Tarahumara, el pueblo de Cerocahui es uno de esos destinos que parecen salidos de un sueño: viñedos cuidados con esmero, cascadas de agua cristalina, caminos de tierra llenos de historia y una comunidad que conserva con orgullo sus raíces indígenas. Ubicado en el estado de Chihuahua, este pequeño pero encantador rincón de México es ideal para quienes buscan desconectarse del ruido, sumergirse en la naturaleza y vivir una experiencia auténtica.

La historia de Cerocahui comienza en 1680, cuando los misioneros jesuitas fundaron la Misión de San Francisco Javier, uno de los primeros puntos de contacto con los pueblos indígenas tarahumaras. El sacerdote Juan María de Salvatierra fue una figura clave en ese proceso, que si bien comenzó con cierta resistencia, acabó por cimentar una relación basada en el diálogo y la espiritualidad. Durante casi un siglo, la misión fue un centro vital de enseñanza y ayuda social, hasta que en 1767 la expulsión de los jesuitas por orden de la Corona Española dejó el lugar en el abandono. No fue sino hasta 1939 que los jesuitas regresaron, restauraron el templo y fundaron el Tewecado Santa María Guadalupe, un internado que hasta la fecha sigue brindando educación a niñas rarámuris.

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Hoy, Cerocahui es un lugar de memorias vivas. Las cicatrices de su pasado reciente, como el trágico asesinato de dos sacerdotes y un guía turístico en 2022, no han borrado la dignidad y el espíritu resiliente de su gente. Por el contrario, han reforzado el lazo comunitario y la voluntad de seguir compartiendo con el mundo todo lo que este lugar tiene para ofrecer.

cascada de cerocahui chihuahua historiaUno de los atractivos más populares es la Cascada de Cerocahui, ubicada muy cerca del pueblo. Rodeada de vegetación y tranquilidad, es perfecta para una caminata ligera, un día de fotos o simplemente para dejarse llevar por el sonido del agua y la paz del entorno. También es imperdible el Mirador Cerro del Gallego, desde donde se aprecia el imponente Cañón de Urique, uno de los más profundos de México. Las vistas son espectaculares y permiten dimensionar la belleza salvaje de la región.

La Misión de San Francisco Javier, construida en el siglo XVII, es otra parada esencial. Su arquitectura colonial, su historia y su significado cultural para la comunidad rarámuri la convierten en un lugar lleno de simbolismo, donde cada rincón cuenta una historia.

Pero no todo es historia y paisaje. La gastronomía local es otro de los grandes tesoros de Cerocahui. Aquí se combinan los sabores del norte con las tradiciones rarámuris: gorditas de maíz azul, caldo de res, venado asado y tortillas hechas a mano acompañadas de salsas caseras, todo servido con la calidez de su gente.

Y si de experiencias sensoriales se trata, los viñedos de Cerocahui ofrecen mucho más que buen vino. La región ha desarrollado una cultura vitivinícola que mezcla técnicas tradicionales con prácticas sustentables. Muchas bodegas protegen los ecosistemas locales, cuidan el uso del agua y fomentan la agricultura responsable. Durante la temporada de vendimia, los viñedos se llenan de vida con festivales de cata, música y recorridos que muestran todo el proceso de producción.

Para llegar a Cerocahui, la mejor opción es tomar el Tren Chepe, una de las rutas ferroviarias más espectaculares del país. Al bajar en la estación Bahuichivo, un trayecto de 40 minutos en camioneta lleva hasta el corazón del pueblo. El viaje en sí ya es una experiencia, con paisajes que van desde bosques de pino hasta cañones majestuosos.

Aunque Cerocahui puede visitarse durante todo el año, las épocas más recomendables son la vendimia, el otoño y la primavera, cuando los paisajes se transforman con colores vivos y el clima es ideal para explorar.

Cerocahui es mucho más que un destino turístico: es un lugar donde se entrelazan historia, naturaleza, gastronomía y humanidad. Un refugio para quienes buscan belleza con profundidad, y para quienes saben que en los pueblos más pequeños se guardan las historias más grandes.

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