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EE.UU. exige combate al narco, pero protege a sus fabricantes de armas

Por Bruno Cortés

 

En la política, como en la vida, los discursos bonitos no siempre se traducen en acciones coherentes. Y si hay un ejemplo claro, es la relación entre México y Estados Unidos en el tema del tráfico de armas. El diputado Reginaldo Sandoval Flores, coordinador del PT en la Cámara de Diputados, lo dijo sin rodeos: la decisión de la Corte Suprema de EE.UU. de desechar la demanda de México contra los fabricantes de armas es un acto de hipocresía.

Y es que mientras el gobierno estadounidense exige a gritos que México combata a los cárteles del narco con más fuerza y recursos, por el otro lado le niega la posibilidad de frenar la raíz del problema: el flujo de armas ilegales que cruzan la frontera desde el norte. Sandoval lo explicó de forma clara: no sorprende la decisión, pero sí decepciona. Estados Unidos es el mayor productor y vendedor de armas del mundo, y está profundamente atado a sus propios intereses económicos. “Te pido que apagues el fuego mientras yo vendo cerillos”, podría resumir la postura norteamericana.

La demanda mexicana, que fue tumbada por la Suprema Corte estadounidense, buscaba que los fabricantes de armas fueran responsabilizados civilmente por la violencia que estas generan en territorio mexicano. Pero con ese portazo legal, lo que queda claro es que los intereses políticos y económicos en EE.UU. pesan más que las muertes provocadas por las armas que cruzan la frontera.

Sandoval también apuntó contra el poder de la Asociación Nacional del Rifle, el poderoso lobby que defiende el derecho a portar armas a toda costa, incluso en un país que sufre tiroteos masivos con una regularidad escalofriante. Para él, la política estadounidense está secuestrada por una oligarquía, algo que México también vivió en su momento, cuando los más ricos eran quienes dictaban las reglas del juego político.

El legislador insistió en que, si Estados Unidos quiere hablar de colaboración, entonces debe dejar de hacerse el desentendido y actuar en serio: no se puede frenar el narcotráfico si no se ataca también la demanda de drogas, que sigue siendo altísima en el país del norte. Es como querer acabar con el fuego sin cerrar la válvula de gas. Mientras haya quien compre, va a seguir habiendo quien produzca.

Sobre la vida política nacional, Sandoval también abordó dos temas clave: el papel de la Suprema Corte mexicana y el futuro del proyecto de la 4T. Primero, defendió que los nuevos ministros y ministras que llegarán a la Corte, aunque sean afines a Morena, aún no pueden ser juzgados, porque ni siquiera han empezado a ejercer. Dijo confiar en que serán distintos a los que “servían a la oligarquía” y que ahora sí veremos una justicia más cercana al pueblo. Nada menor en un país donde históricamente, la justicia ha sido para quien la puede pagar.

Y por el lado electoral, presumió que al PT le fue “extraordinariamente bien” en Veracruz, y dejó una reflexión que es casi un jalón de orejas a sus aliados: si no se corrige la soberbia y no hay autocrítica, se pueden repetir errores del pasado. Como en 2021, cuando no se logró la mayoría calificada en el Congreso y se frenaron reformas constitucionales clave para la Cuarta Transformación. El mensaje es claro: hay que mantener la unidad, pero también escuchar y corregir el rumbo.

En pocas palabras, lo que Sandoval plantea es un reclamo doble: afuera, a un socio internacional que pide mucho pero da poco; y adentro, a un movimiento político que no puede darse el lujo de dormirse en sus laureles. Porque tanto en la lucha contra las armas como en la reforma del país, no basta con ganar elecciones: hay que tener coherencia, estrategia… y humildad.

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